viernes, 16 de octubre de 2009

Y EL DESASTRE LLEGÓ CON ALFONSO ARMENTEROS EN EL INTERPEÑAS




¡Es que la gente dice que no trabajo! ¡Me están cogiendo manía; me tienen MANÍA! Esto es lo que parece decir el concejal Alfonso Armenteros. El caso es que el responsable de los festejos en el Ayuntamiento, y el que cobra por ello, va de fracaso en fracaso. Este periplo se inició justo desde el momento que empezó su periodo de responsabilidades, al inicio de la legislatura. Tristemente se recuerda que tras el fallecimiento de un festero, de un querido vecino, en un trágico accidente en un acto de las fiestas, y cuando sólo quedaban horas para finalizar, Armenteros no quiso suspenderlas como duelo. El pueblo conmocionado, llorando, y el concejal continuaba la fiesta. Ese simple hecho, tan grave, hubiera sido suficiente para haberlo separado de cualquier responsabilidad en la materia. Luego ha continuado de fracaso organizativo en fracaso: vergonzoso desfile de Reyes Magos, bochornosas celebraciones del 30 de julio, con galas de pobre pedanía de 100 habitantes, fotocopia año tras año del programa de fiestas, ridículos carnavales, etcétera, etcétera.


Lo que no sea que lo hagan otros, no sale

La gestión de Alfonso Armenteros, para muchos, se resume en malísima y sobre todo falta de trabajo. Todo lo que no sea contratar -que lo hagan otros y pagar-, no le funciona. Claro, que eso es lo sencillo. -¡Qué actúen los Chichos!, ¿cuánto vale?- Se saca el dinero de la caja de todos los pilareños, se paga y ya está. Eso, como todo el mundo puede entender, ni es trabajo, ni requiere imaginación ni esfuerzo. Ahora, eso sí, como haya que organizar, coordinar, dedicarle tiempo….. con Armenteros de por medio, fracaso seguro como se ha comprobado ya en innumerables ocasiones y en estas fiestas 2009 una vez más.

Vamos con un ejemplo clarísimo, lo que pasó hace unos días durante la celebración de los populares Juegos Interpeñas.


Los Juegos Interpeñas

Esta actividad está muy arraigada en el Pilar. Se incorporó a las fiestas hace ya muchísimos años, desde el inicio de las Peñas, cuando solamente estaban las históricas 12 de Ocubre y la Peña Mayor. En aquellos tiempos se organizaban unas fabulosas gincanas, probablemente más participativas y populares que en la actualidad, ya que se desarrollaban por el centro del pueblo. Aquello parece ser que era divertidísimo, y los mayores las recuerdan con mucho cariño. De ahí se pasó a los Juegos Interpeñas, y posteriormente se empezaron a desarrollar en la plaza de toros portátil.

A la gente le gusta, es un buen invento si está bien organizado. Se participa, te ríes, hay pique, incluso emoción, pero sobre todo puede ser una magnífica herramienta de hermanamiento y es un componente peculiar de los festejos pilerños. Pero claro, hay que hacer las cosas bien. No se trata de gastar más dinero, son cuatro pesetas, se trata de trabajar, trabajar y trabajar, más cuando hay personas que cobran, y bien, por ello.

El Interpeñas es un acto de Peñas, donde son protagonistas y se merecen el respeto y la consideración. Son ellas las reinas de la fiesta, su esfuerzo y sus ganas de pasarlo bien son las que han dado categoría a nuestros festejos, no Armenteros y cía. Si no es por ellas, y con el ayuntamiento tal y como funciona, no hay fiestas. Las Peñas son la sangre festera pilareña.

Que se congreguen en un recinto tantos miembros de las peñas, a las 5 de la tarde, en plenas fiestas, con ganas de participar, es una demostración de compromiso e ilusión por parte de estos festeros. Lo triste es que el equipo de gobierno no esté a la altura de ellos, que ni alcalde ni concejal delegado sean capaces de hacer su trabajo, de cumplir con su responsabilidad.


Los hechos

Nos situamos en el festivo día 9 de Octubre. Comienzan las competiciones. Ya desde el primer momento, y coinciden numerosos testigos, se ve la desorganización. Las instrucciones y reglas de cada juego se van cambiando: “hemos dicho que se corra por dentro, no, ahora mejor por fuera….”, “en lugar de dos, ahora uno…”. Mal pintaban las cosas. Un voluntarioso Perico Riquelme y la voz de Pepe Quesada para todo el cotarro. El concejal parece un bulto sospechoso por el recinto de la plaza de toros.

En un momento determinado se realiza un juego consistente en impedir por medio de líquido y fregona que el contrario avance por un recorrido determinado. Es un juego de agua. Participan cinco equipos. Uno de los equipos parece que no está actuando correctamente. Otro participante recrimina el comportamiento. Unos codazos, algún enganche, nadie pone orden…. y el lío.

El concejal mira y comprueba que uno de los protagonistas de la trifulca es un simpatizante socialista, el hermano de una concejala. No quiere dejarlo en evidencia. Los nuestros son los nuestros. Armenteros no pone orden, no hay nadie que haga justicia y él es la máxima autoridad. Coge el micrófono el concejal y se dirige a todo el mundo, culpa a los asistentes, les reprocha falta de seriedad (la culpa siempre es de otros) y dice que como es él el que manda suspende los juegos. ¡Toma ya! La gente empieza a abuchearle, a gritarle. El tumulto. Hay personas que lo rodean, el público gritando sobre su incompetencia. Al final llega la policía local y lo saca del atolladero.

Viendo el fracaso, según nos informan, intenta rectificar. No soporta el abucheo y decide que se continúe con los juegos, pero claro, ya es tarde, no se puede. Ya está todo descontrolado. Ese es Amenteros.


Desorganización y sobre todo falta de trabajo

Ya lo hemos comentado, los pilareños saben perfectamente que las cosas se hacen con trabajo. El concejal no quiere entenderlo. Un acto de esas características requiere preparación, reunirse con los responsables de las peñas, probar con anterioridad los diferentes juegos, coordinar las intervenciones de los equipos, hacer unas reglas claras y que todo el mundo las conozca con anterioridad, organizar el ruedo, formar un jurado competente, poner un orden, huir de la improvisación, etc… En definitiva: trabajar. Pero esa palabra, una vez más, parece que le da alergia al concejal…. y luego pasa lo que pasa.

No es manía, simplemente son los hechos y los resultados: un nuevo fracaso.